lunes, 27 de noviembre de 2006

Quizá nunca llegue a ser humano

. . .Cabe la posibilidad, desde luego. Las puertas no chirrían porque sí, todo tiene su pequeña e inevitable explicación, pero no por ello la casualidad debe formar parte de un rincón olvidado de la rama ocasional.

. . .Está claro que gracias a la fricción ejercida contra otro objeto el chirrío pueda ser de mayor o menor intensidad. Pero no por ello debemos olvidar cómo ha llegado a chirriar. Ese porqué intrínseco a toda variedad de artefactos humanos. Ese clamor antihumano que deriva de las posibilidades concernientes a una realidad aficcionada, no es muy original para hacer una aclaración sobre la casualidad al más puro estilo anticientificista, aunque las circunstancias atenuantes desmoronan muchas de las posibilidades relativas al porqué, que desvelarían el ambiente propicio al lado demandado. Por ello, la veracidad subjetiva del objeto no recae en el mismo, sino en un una serie de pautas establecidas que ejercen una presión aleatoria y fortuita a la que llamamos casualidad.

. . .Ciertamente, la confrontación humana subconsciente de la casualidad ante los hechos verídicos "no atribuidos" representa y responde a una pregunta inicial sobre la casualidad humana. Y es que la subjetividad a veces juega malas pasadas ante el sentido de la casualidad y la convierte en causalidad, cosa que improbablemente converja en la ya mencionada casualidad.

. . .Los hechos ocurrentes no deben ser objeto de causalidades mayores a las ofrecidas por la naturaleza y la propia naturaleza, ya que la causalidad subjetiva atribuye ciertas contribuciones y objeciones distrayentes de las casualidades concernientes. Dicho sea, ocultación de la realidad y motivación errónea del subconsciente propio y así, distorsionamiento total o parcial completo de la realidad analizada.

. . .Quizá, en el momento en el que comprendamos cómo llegar a comprender esto sin llegar a causalizar los efectos casuales de las naturalezas intrínsecas, lleguemos algún día a ser humanos.

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