Las cajitas (PRAGMA)

. . .Una cesta repleta de restles le esperó junto a la puerta. Él, contento, consiguió apretarla contra su pecho, mientras el señor le miraba con cara de asombro. Nunca se pudo esperar que fuera a hacer eso delante suya. Fue repugnante para él. Aunque no le dio mucha importancia.

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. . .-¡Marta! ¿Has visto mis seltsers?
-Hay cariño, ¡mira que llegas a ser de pesado con tu caprichito! ¿Es que no ves que no le gusta a nadie?
-Me da igual. Soy yo a quien le gusta, no a ti. Tú eres libre de hacer lo que quieras, al igual que los seltsers me quieren a mí. Deberías acostumbrarte. Los pienso tener durante toda mi vida.
¿Ah sí? entonces yo me traeré las seselters que tenía en mi casa y veremos ahora quién aguanta a qué.

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. . .E e s s r t l.... chaploteco, amondirillar, enhilopolitado y repuntefretar. Es lo mismo que hablar. Es lo mismo que mirar, es lo mismo que una palabra vacía que simula una cajita o cestita que dentro contiene uno de los principios de la teoría cuántica. ¿Será verdad que es y no es a la vez que está o no está ahí dentro? En cuanto abrimos la cajita vemos que dentro, efectivamente, está lo que sabíamos que había, ¿pero estás segur@? Puedes meter en una caja una partícula elemental y sacarla otra vez. Puedes meter una partícula cuántica en un estado cuántico y sacar otra cosa distinta. Puedes meter el significado de una palabra en una cajita y después sacar otro. Se puede exonerar los restos del cadáver que antaño fue, porque todavía siguen dentro. No se desvanecieron. Pero la realidad le supera y consume al exonerador. Consume al intento hipócrita de recuperar algo que ya no existe, que ya no es, que ya no vive. Algo que murió y se perdió en el pasado. Porque es eso lo que muchos buscan. Cosas que ya no existen. Cosas que ya no sirven; que quedaron estáticas en el pasado y que se confunden, allá a lo lejos, con la muchedumbre hambrienta de carne.

. . .Tiempo en el olvido es lo que se le olvidó a quien lo olvidó. Tiempo en el mundo vivido es lo que se perdió quien lo buscó y lo encontró. Por eso no habremos de darle importancia a algo que realmente no la tiene. ¿O sí? ¿Debemos darle importancia a la intoxicación y muerte masiva? ¿Se debería responder con crudeza a ataques ideológicos que proporcionan resquebrajamientos sociales de manera continuada y que intentan destruir un hábitat ya inerte? ¿Debemos presionar sobre una herida que ya no es herida y que, por vivir, el sujeto ya ni existe? ¿Respuestas? No, más preguntas. Muchas preguntas de respuestas supuestas que no tienen nada que ver. Más preguntas de esas que ni siquiera se pueden responder, porque un gran vacío, ávido de valor, las corroe por dentro y destruye en silencio. Por ello debemos actuar. Por ello no debemos dejar que las cosas sigan así. Y no es que sigan su "cauce natural" como todo el mundo está "acostumbrado" a decir, sino que el cauce lo propiciamos nosotros y las inundaciones las sufrimos nosotros también. Por ello, y solo por ello, debemos arrastrar nuestra posición inicial a una zona donde sepamos que el cauce no se moverá, invertirá o secará, por el simple hecho de una "naturaleza intrínseca" que, de veras, no existe y no es más que un malentendido social. Y que, extrapolado a la vorágine conceptual de elementos abstractos naturales de los humanos, tales como las palabras, desemboca en un mar irritado de porquería. Asqueado de toda la mierda a la que está sometido. Y es que, todo está en la mano del que lo intenta. Todo está en la mano del que se despierta y del que dormita. Todo está en nuestras manos, porque todo, el cauce y el mar, es nuestro. Vivimos con, en y gracias a él. No nos ahoguemos más en un vaso de agua. Las cosas no son tan difíciles "como se pintan". Simplemente son y no hay que rodearlas y, mucho menos, mancharlas. Porque si salpicas al mear, la culpa no es del inodoro, sino tuya por no saberte controlar. Hay muchos posibles resultados de una acción. De hecho, infinitos. Al igual que los hay para un significado sobre una intervención, como esta. Pero las cosas no quieren significar más que cuanto les damos. Más que cuanto se les otorga. No cuanto se les prohíbe o cohíbe. Las pálabras solo son palabras. Pero el contenido es el marco natural complejo del que tanto estoy hablando. Es el campo del que se siembra y se recoge la cosecha inteligible. La cosecha perceptible para todos, pero devastadora para otros. Por mucho que cueste aceptar, nunca cambiará, a no ser que la "naturaleza humana" arrastre otro caudal. Que no es el caso.

. . .Todo ello marca una costra repleta de nutrientes que, desencadenados a tiempo, harían las delicias de aquel que osara sentirlos, tocarlos. Los tesoros que cosecha nuestra madre son infinitos, al igual que las "copias baratas" a las que estamos acostumbrados. Sombras. No son más que sombras dentro de cajitas que, dícese a las que les otorgamos significado. Aquellas a las que creemos controlar como al "aire que respiramos". Ahogarnos. Ahogarnos dentro de una burbuja putrefacta. Respiremos el hedor de la podredumbre. Acariciemos esos brazos en descomposición que, cual miembro humano, yacen en su intento de ser usados para fines 'muerirundos', mortuorios. Dígase nunca más de verdad. Aprendamos a valorar lo que el lenguaje es capaz de otorgar. El intento nunca será en vano. Siempre servirá de algo. Nunca digas no. Nunca cierres la puerta a la riqueza conceptual ni a la sabiduría natural. Comprende la PRAGMA.